Navegar el Paraná: riesgos crecientes y preguntas sin respuesta
El río Paraná es mucho más que una vía navegable: es la arteria por donde circula gran parte del comercio exterior argentino, especialmente en lo que respecta a granos y subproductos. Pero detrás de esa relevancia estratégica se esconden riesgos crecientes, desafíos operativos y una pregunta que inquieta a más de un operador: ¿quién se hace cargo cuando todo sale mal?
El reciente artículo publicado por una importante aseguradora encendió la alarma al poner el foco en los múltiples frentes de responsabilidad que enfrentan los armadores en caso de encallamiento. La lista es extensa: puertos, autoridades, cargadores, otros buques demorados y hasta los fletadores pueden presentar reclamos, con impactos económicos significativos para quien esté al mando del buque varado.
A esto se suma un problema no menor: las condiciones naturales del Paraná han empeorado en los últimos años. La sedimentación, las corrientes y el angostamiento de los canales aumentan el riesgo de accidentes. Según fuentes del sector, en 2025 ya se han reportado varios casos de encallamientos, entre ellos el del buque “CLARA”, que obligó al cierre del canal aguas abajo de San Nicolás durante varios días, generando pérdidas logísticas y comerciales de magnitud aún no cuantificada.
Pero el punto más controvertido no está en la naturaleza del río, sino en las decisiones que han moldeado su uso. Algunas voces sostienen que la reducción del margen de seguridad bajo la quilla —es decir, la distancia entre el fondo del buque y el lecho del río— se realizó a instancias de exportadores y sin considerar adecuadamente los manuales de navegación aprobados por las banderas de los buques. Esto deja abierta la posibilidad de que, ante un encallamiento, el seguro no cubra los daños si se demuestra que el capitán priorizó órdenes comerciales por sobre las directrices del Sistema de Gestión de Seguridad (SMS) del buque.
Además, comienzan a resonar presentaciones formales ante la Prefectura Naval Argentina solicitando una revisión de los parámetros de navegación autorizados. Y en los pasillos del sector portuario se empieza a deslizar —aunque por ahora solo en voz baja— la posibilidad de acciones legales contra instituciones como CIARA o la Bolsa de Comercio de Rosario, por su presunta influencia en estas disposiciones.
Todo esto lleva a una pregunta clave que nadie parece querer responder abiertamente: ¿quién se hace cargo cuando un buque se vara y detiene la circulación? ¿Quién paga las pérdidas de los barcos que esperan para subir o bajar carga, las penalidades comerciales, los tiempos muertos en terminales?
Por ahora, cada parte parece mirar hacia otro lado. Pero lo cierto es que las condiciones actuales del Paraná —una vía angosta, de navegación casi unidireccional, sin profundidad competitiva en relación con nuestros vecinos y expuesta a continuos riesgos— están encareciendo la operatoria logística y erosionando la competitividad del comercio exterior argentino. Mientras tanto, el “costo Paraná” sigue en aumento, sin que se vislumbre aún una solución de fondo.